El Libro De La Alegría - Reseña crítica - Dalai Lama
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El Libro De La Alegría - reseña crítica

El Libro De La Alegría Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Espiritualidad y mindfulness y Desarrollo personal

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 

Editorial: GRIJALBO

Reseña crítica

Este épico libro resume las charlas que tuvieron en persona el Dalai Lama y Desmond Tutu. En ese encuentro llevado a cabo en 2015, ambos analizaron el concepto de la alegría como así también las dificultades que padecemos hoy como sociedad. El sufrimiento resulta inevitable, así que estos sabios nos marcaron el camino para vivir con regocijo. ¡Es hora de aprender!

La naturaleza de la alegría

Por motivos de salud, políticos o globales, había pasado mucho tiempo desde la última vez que el Dalai Lama y Desmond Tutu se vieron. Así que la visita del sudafricano al refugio de su amigo en Dharamsala no fue una ocasión más.

Sus edades avanzadas hicieron suponer que probablemente esta sería la reunión final entre ambos, por lo que la aprovecharon al máximo.

En la primera charla, el Dalai explicó que la cultura materialista ha hecho estragos en la sociedad. Sin embargo, el mayor problema está en la mente y el corazón de las personas.

Muchos quieren alcanzar la felicidad pero lo hacen desde el exterior en lugar de hallarla a través de la mente. Pero no es lo que buscamos, sino que lo que perseguimos es la alegría, un subproducto. Para Tutu, allí reside la felicidad, que es algo mucho más grande.

Aunque, ¿qué es la alegría? Citando al investigador Paul Eckman, Douglas Abrams marca que generalmente se la asocia a sentimientos como el placer, el alivio, el asombro, el orgullo o la gratitud. Por lo visto, es muy compleja.

El Dalai Lama tuvo que exiliarse del Tíbet hace más de 50 años para evitar una guerra. ¿Cómo se puede tener alegría después de estar lejos de casa tanto tiempo? “Si tiene solución, entonces no hay de qué preocuparse. Y si no la tiene, ¿qué sentido tiene lamentarse?”, decía Shantideva.

Es decir, no pasa por evitar o negar el dolor, sino de verlo de otra forma. El Dalai Lama se dio cuenta que otros sufren más, que a todos nos pasa. Si somos conscientes del padecimiento ajeno al mismo tiempo que reconocemos no estar solos, el dolor merma.

Además, los acontecimientos negativos a los que nos enfrentamos terminan moldeando el tipo de personas que seremos. En ocasiones terminamos sufriendo por la mentalidad egocéntrica que domina al mundo. Esa forma de pensar en el “yo, yo, yo” genera inseguridad y miedo.

En cambio, podemos encontrar la felicidad en el interés por el bienestar del otro.

La psicóloga Sonja Lyubomirsky sostiene que los tres factores que más influyen en el aumento de la dicha son: “la habilidad para redefinir una situación desde un prisma más positivo, la habilidad para sentir gratitud y la amabilidad y la generosidad como elección personal”.

Esto también está ligado al concepto de amistad. La base de la amistad es la confianza plena, que se forma cuando la preocupación por el bienestar ajeno es genuina.

Necesitamos tener amigos, no por algo cultural sino por algo biológico. Está comprobado que los seres humanos precisamos amor para sobrevivir. Incluso se puede apreciar en el amor que le brinda una madre a su recién nacido, clave en las primeras semanas para el correcto desarrollo del niño.

Los obstáculos que nos distancian de la alegría

Todos conocemos los dolores físicos, sin embargo el Dalai Lama hizo hincapié en exponer que el dolor mental es igual de malo. Deberíamos trabajarlo desarrollando una inmunidad mental.

“Consiste en aprender a evitar las emociones destructivas y a desarrollar las positivas”, explicó el gurú.

La llave para poder conseguir esa inmunidad es entender a la mente e identificar los pensamientos y las emociones que surgen cotidianamente. Verás que varias de ellas son negativas. No obstante, lo importante es aprender a aceptarnos tal cual somos.

El primer paso es aceptar que el sufrimiento existe y está ahí, tal como hizo el Dalai Lama cuando tuvo que exiliarse.

“Buena parte de nuestro dolor tiene su origen en el deseo irracional de que las cosas sean distintas a como realmente son”, agrega Abrams.

Volviendo a la cultura egoísta, apreciamos las cosas por nuestra experiencia personal. “Esto es bueno” o “esto es malo” según lo que nos pasó. Y así caemos en la trampa: respondemos con dolor, ira o miedo.

Ahora, ¿cuáles son los obstáculos que nos distancian de la alegría? Podemos mencionar a estas emociones o situaciones:

  • El miedo, el estrés y la ansiedad: el miedo y la ansiedad son esenciales para sobrevivir, pero cuando se transforman en algo imposible de controlar aparece el estrés. Imposible sentir alegría con este último.
  • La frustración y la ira: ambas están muy ligadas entre sí, aunque cueste identificar la relación. Es una cadena donde el miedo crea frustración y la frustración, con el tiempo, genera ira. Si logramos hablar del miedo, evitamos la ira.
  • La tristeza y el dolor: la primera dura mucho más que el miedo, al mismo tiempo que produce empatía. “Por desagradable y doloroso que sea, es un recordatorio de la belleza del amor que hemos perdido”, dice Gordon Wheeler sobre la pena.
  • La desesperación: según Tutu puede presentarse como consecuencia de un profundo dolor o como un mecanismo de defensa natural ante la decepción y el sufrimiento.
  • La soledad: la sociedad materialista nos lleva a estar encerrados en el trabajo, sin amor ni amistad. Abrams la describe como “el dolor en el pecho que que nos produce la vida moderna”.
  • La envidia: causa sufrimiento e insatisfacción. Está relacionado en cómo tratamos al prójimo. Envidiamos a los que más tienen, competimos contra los que están igual que nosotros y menospreciamos a los que están por debajo nuestro.
  • El sufrimiento y la adversidad: una creencia tibetana afirma que “las adversidades pueden transformarse en oportunidades”. Es el espíritu interior de cada uno lo que marca la diferencia.
  • La enfermedad y el miedo a la muerte: la muerte y el miedo que inspira “son los grandes obstáculos a los que se enfrenta la alegría”. La precede el sufrimiento y el temor a ser olvidados.

Los ocho pilares de la alegría

Como bien dice el subtítulo, existen ocho bases para generar y sostener la alegría. La mitad corresponden a la mente, mientras que la mitad restante incumbe al corazón.

A continuación, los ocho sostenes que el Dalai Lama explica a modo de cierre de su reunión con Tutu:

  • Perspectiva: a lo que se refiere es que cuando sucede una situación negativa, retrocedamos y miremos todo el panorama. El objetivo es generar una visión más amplia dentro nuestro para ir más allá de nuestra “limitada conciencia e interés propio”.
  • Humildad: Abrams señala que la humildad es lo que convirtió tanto al Dalai Lama como a Desmond Tutu en hombres accesibles, muy conectados con los demás y eficaces en sus labores. Es lo que deberíamos conseguir con ella.
  • Sentido del humor: reírse de uno mismo es sinónimo de humildad. Aquellos que viven riendo disfrutan de mucha despreocupación y relajación. Además, a nivel colectivo, la risa guía las energías de las personas hacia vías positivas.
  • Aceptación: la última cualidad mental es tener la habilidad de aceptarnos tal como somos, con las imperfecciones y las bellezas que poseemos. Sólo se obtiene después de ver la vida desde una perspectiva más amplia, de entender nuestro rol en el mundo de forma humilde y tras aprender a reírnos de nosotros mismos.
  • Perdón: no es sinónimo de olvidar ni significa dejar atrás lo negativo. Para los dos protagonistas de la charla, se trata de elegir no sentir ira y odio hacia la persona que hizo el mal. Seguir pensando en su humanidad.
  • Agradecimiento: agradecer es el único modo de “saborear” la vida. Abrams cuenta que funciona de forma natural como respuesta a la existencia, reconoce lo que nos sostiene y nos permite disfrutar el presente.
  • Compasión: en ocasiones es malinterpretada, porque es una habilidad que puede ser entrenada. Si la ampliamos es posible extender el alcance de nuestro círculo de preocupación hacia gente por fuera de nuestro entorno familiar.
  • Generosidad: suele suceder que es una consecuencia directa de la compasión. No obstante, no tenemos que esperar a que surja el sentimiento de la compasión para ser generosos.

“Creo que podemos eliminar la violencia extrema, las matanzas masivas, las guerras, si adquirimos una visión y un método adecuados. Creo, sin duda alguna, que es posible alcanzar un mundo sin tanto dolor”, sostuvo el Dalai Lama en el final.

“Nuestro libro forma parte de ese importante proceso cuyo fin es difundir el mensaje de que el amor, la bondad y el afecto son la fuente de la alegría y de la felicidad”, cerró Tutu.

Tras compartir su sabiduría durante varios días y llegar a la conclusión de los ocho pilares de la alegría, Desmond Tutu y su equipo se despidieron del Dalai Lama.

Prácticas alegres

En la última parte del libro, Abrams brinda una serie de consejos y métodos para poner en práctica lo que plantearon el Dalai Lama junto a Tutu.

Para superar los obstáculos que dificultan la alegría ofrece diversas opciones, dependiendo de cuál sea el aspecto que más te afecte.

Por ejemplo, concentrarte en tu respiración te ayudará a mejorar la concentración y aliviará el estrés que te aflige.

También sirve practicar meditación por la mañana. Una meditación analítica permite hacerle frente al miedo, la ira y la tristeza, problemas comunes en la sociedad materialista que vivimos hoy.

En tanto que orar puede funcionar como calmante ante la frustración y la ira.

Ante la soledad, intenta pensar en sentir empatía con alguien que no conoces en profundidad y luego difunde esta práctica a todos los que puedas.

Mientras que para contrarrestar la envidia, regocíjate de la buena fortuna de los otros.

En caso de que tu mismo sufras y padezcas una adversidad o una enfermedad, prueba con el entrenamiento mental tibetano conocido como loyong. En cambio, si la persona que está en esa situación es otra, trata de hacer la práctica tonglen.

Asimismo, Abrams recomienda hacer un retiro silencioso una o dos veces al año. El arzobispo Tutu realiza esto entre siete o diez días para disponer de unos espacios de paz para “la práctica de la oración intensiva, la reflexión, el autoexamen y el descanso profundo”.

El Dalai Lama también tiene sus momentos de retiro, aunque insiste en meditar sobre la muerte. Es el recordatorio de lo efímero de la vida.

Hecho esto, lo importante ahora será cultivar las ocho bases de la alegría.

Para aumentar la perspectiva debes realizar una práctica de autodistanciamiento. Cuando te suceda algo malo, descríbelo con tu nombre en vez de “yo”, imagina cómo repercutirá en tu vida dentro de un tiempo y, por último, presencia tu vida desde una mirada divina.

Retomando la experiencia loyong, también puede servirte para ser más humilde.

En cuanto a la risa, aprende a reírte de ti mismo para aumentar tu sentido del humor. Aprovecha a analizar tus limitaciones y tus defectos.

Si quieres experimentar la alegría primero deberás aceptar la realidad sin juicios o sin esperar que nuestra vida sea otra cosa. Aquí comienza el cambio y esto es posible a través de la meditación.

Siguiendo el camino, el perdón nos permite liberarnos del pasado. Tiene cuatro vías: contar tu historia, ponerle nombre a la herida, conceder el perdón y renovar o romper la relación.

Además, llevar un registro de tu agradecimiento es un gran índice para saber qué tanto usas la práctica de la gratitud.

Por lo que concierne a la compasión, el Dalai Lama y Tutu coinciden en que es la cualidad más importante a cultivar. Debemos enseñarles a nuestros niños a adquirirla. Complementa esto con meditación, oraciones y ayuno.

Pero esto solo no alcanza. Falta la generosidad, que se puede potenciar dando cosas materiales,libertad para vivir sin temor y apoyo espiritual.

Notas finales

“El libro de la alegría” fue escrito por Douglas Abrams, que narra desde su rol de testigo un encuentro de una semana de duración entre el arzobispo Desmond Tutu con el Dalai Lama en 2015.

Rescató las ideas principales de las charlas de estos dos sabios, que han hecho mucho por sus comunidades a través de la paz.

Ambos resaltan los aspectos positivos de la vida a pesar de las guerras, las injusticias y de la sociedad de consumo a la que estamos sumidos. Ellos mismos han sufrido atrocidades y aún así se mantienen optimistas.

Nos dejan como enseñanza los ocho pilares de la alegría, que resultan fundamentales para sobrevivir en los tiempos actuales.

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Dalái lama es como se conoce popularmente a la figura principal del budismo tibetano. Se trata de un maestro que ha logrado tener el control parcial o total en la muerte sobr... (Lea mas)

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